El capítulo VI. La familia y
el autoritarismo habla sobre la familia moderna y de alguna manera ciertas
revoluciones en las que se mencionan la liberación del comerciante de una
tutela anticuada y arcaica, que se abolió el trabajo obligatorio, cuando se
llega a la civilización aun así la familia siguió siendo una institución feudal
basada en el principio de la sangre es decir una institución totalente
irracional, en cambio, la sociedad industrial proclama el reino de la
racionalidad, el dominio exclusivo del principio del cálculo y del intercambio
libre. La significación social y las dificultades internas de la familia moderna
se deben a esta contracción global de la sociedad. La sociedad había alcanzado
ya un nivel en que la lealtad directa e inviolable de los miembros indirectos
de la familia, en la vieja aceptación (esclavos y siervos) se podía substituir
por el interés racional del obrero mediante el contrato de trabajo, cada
individuo tenía que procurar por sus intereses sin embargo en la familia se
basaba en la relación entre el capital y el trabajo dentro de la fábrica.
En este capítulo una idea
principal que se muestra en torno a la familia es que los hijos de empresarios
eran indispensables para la buena marcha del negocio del padre y por otro lado
las hijas eran indispensables tanto en la casa como en la tienda, la autoridad
familiar permanecía casi intacta en la clase media.
Desaparece el poder absoluto
del padre, la autoridad en el hogar adquiere así un aspecto irracional. Las
emociones, actitudes y creencias enraizadas en la familia explican la
coherencia de nuestro sistema cultural.
El matrimonio y la familia
se convierten en sinónimos. Finalmente las mujeres son admitidas en el mundo
económico del hombre a costa de adoptar las pautas de comportamiento de una
sociedad profundamente rectificada.
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